lunes, 7 de marzo de 2011

De Fantasmas.


No creo en los Fantasmas pero eso no impide que haya tenido unos cuantos encuentros con ellos.

1.- El Fantasma Bisexual.

De regreso de uno de los tantos viajes que hicimos a Chiapas.

Llevamos 26 horas manejando (bueno no tantas) y ya era necesario descansar, por lo que nos detuvimos en un hotel de Veracruz. Mi papá cayó rendido y después de posar su cabeza 5 segundos en la almohada se durmió. Mis hermanos hicieron lo mismo, no era lo mismo dormir en una cama a ir hombro a hombro en un vocho junto a tus dos hermanos.

Mi mamá pregunto ¿se van a bañar? Y el único que seguía despierto y con ganas de bañarse era yo. Después de unos minutos mi mamá salió del baño y fue mi turno.

Era un baño agradable con las paredes muy blancas, la regadera estaba cubierta con una puerta semi-transparente y lo primero que uno notaba al entrar a ese baño era su altura.

Entre a la regadera y un escalofrió recorrió mi espalda. ¿Lo han sentido? Es cuando dicen que se te pone la piel de “gallina”. Seguí en lo mío. Comencé a bañarme y miraba hacia arriba como buscando la fuente de ese escalofrió que sentía, cuando entonces lo encontré: en lo más alto de la pared había una pequeña rendija de la cual parecía salir no solo el viento que me atormentaba sino un casi imperceptible murmullo.

Si me preguntan a que sonaba el murmullo, lo más cercano y parecido seria: un canto gregoriano. Si, como si escucharan al grupo “Era” pero sin el beat de fondo.

Fue cuando empezó el suplicio, una y otra vez se me resbalaba el jabón de mis manos. Sentía el escalofrió en mi espalda y el ”Ameno” del grupo “Era” retumbaba en mi mente. Otra vez se me resbalaba el jabón… otra vez lo recogía. Fue cuando oí la dulce voz de mi mamá diciendo: “Jos, ¿quieres que entre? Y con la voz más varonil y tranquila que pudo emitir mi boca le dije: “¡Si mamá!”.

Resulto que le había sucedido lo mismo a ella, el escalofrió, la música gregoriana y el jabón. No les dijimos nada a mi papá ni a mis hermanos ya estaban descansando, pero mi mamá y yo siempre recordaremos con cariño a ese Fantasma/o.

2.- “Pero no espantan”.

Chiapas es una fuente inagotable de cuentos de fantasmas. Existe desde el “cadejo” (un brujo que se convierte en perro y te persigue por las noches), la “tichanila” (una bruja que se te presenta disfrazada de una persona conocida, hasta que te das cuenta de quién es pues sus pies están al revés), la “cocha enfrenada” (otro brujo que se convierte en cerdo y te revuelca cuando te encuentra en la noche) y el mismo “Chanclas” en persona el cual se te presenta montado en un caballo negro ofreciéndote dinero a cambio de tu alma.

Estando en Chiapas a mi tío David se le ocurrió la brillantísima idea de llevarnos de visita a un rancho a los pies del Cerro del Diablo.

Ya estando en el rancho y tomando café nos sentamos a platicar con el dueño de aquel rancho:

Tío David: Don Fernando (no recuerdo el nombre) y aquí ¿espantan mucho?

Don Fernando: No. Mmm, de repente se ve en el campo de siembra una luz como de fuego que se acerca hasta más o menos ese árbol de allá (señala un árbol que está a unos 5 metros de nosotros) pero no espantan.

Mi papá, mi tío David y yo: Ah.

DF: También se aparece una mujer de blanco que anda flotando por todo ese lado de allá (zona a unos 8 metros de nosotros) pero no espantan.

P, T y yo: mmm.

DF: Y bueno el diablo baja de allá del cerro montado en su caballo negro, por eso se llama así “Cerro del Diablo” pero no espantan.

Al final y después de por lo menos 8 ejemplos de que no espantaban en dicha zona decidimos irnos de allí, al cabo “ahí no espantaban”

3.- La niña sin cabeza.

En mi antigua oficina solía quedarme solo a partir de las 5:00 p.m. por lo cual me dirigía a el área de estancias para no quedarme solo. Muchas veces me preguntaron si era miedoso a lo que yo tontamente respondí que sí.

Lo único que logre con dicha afirmación fue que mis compañeros de trabajo y hasta mi jefa crearan una leyenda solo para mi degustación: la niña sin cabeza.

Con este background y con mis nervios de acero me encontraba en mi oficina tratando de pensar en todo menos en la temible "niña sin cabeza", cuando entre la rendija que dejaba entrever la zona de escritorios vacíos de la oficina se deslizo una cabeza pequeña, no paso como si alguien hubiera pasado caminando, mas bien fue como si flotara.

Fue entonces cuando un escalofrió recorrió mi espalda, me levante para persuadirme de que lo que había visto no era real, pero ahí estaba, la pequeña cabeza giro hacia mi y sonrió burlonamente casi podría decir que hasta despiadadamente. Me miro y dijo: ¿te asustaste? solo soy yo. El hijo de mi jefa me miraba desde una silla con ruedas mientras sonreía junto a mi jefa la cual remato diciendo: Que miedoso eres.

Tengo mas historias, pero ahí me detengo; porque yo, no creo en fantasmas.


2 comentarios:

Daniel Aw dijo...

Lo mejor de tus relatos e historias es que literalmente imagino tu voz contando las historias, con ese tono burlón y alegre jajaja.
Otra noche de risas gracias a ti bro, sigue escribiendo.

Susana Rivera dijo...

Qué bueno que no crees en fantasmas, sino, imagínate nada más que susto te hubieran pegado. Acá dicen que en una tienda muy grande se aparece una niña sin cabeza. Y es hasta cierto punto conviene que la gente lo crea, porque a partir de ciertas horas, quienes “tampoco creemos en fantasmas” podemos disfrutar la tienda a nuestras anchas. Un saludo.